A los Reyes Magos
A los Reyes Magos
Queridos
Reyes Magos:
No sé si os
extrañará que os escriba después de tantos años. En realidad, puede que sea ésta
la primera carta que os mando en mi vida. ¡Justo cuando ya tengo cuatro nietos!
De niño en el pueblo no recuerdo haber entregado nunca al tío Vicente, el
cartero, una carta para vosotros. Normalmente veníais con fríos, grandes
heladas o alguna gran nevada, y en Grávalos no había comercios ni habíamos oído
hablar de tiendas de juguetes ni de grandes almacenes. Ni siquiera se había
inventado el bolígrafo. Así que mal os íbamos a encargar nada. Además éramos
pobres, como sabéis, y a los agricultores pobres les cuesta mucho pedir nada
que no sea necesario. Y menos, humillarse pidiendo. Pero siempre he creído en
vosotros. Estoy convencido de que, en vuestra noche mágica, acompañareis,
invisibles, a todas las caravanas –también a las horteramente comerciales- y
pondréis ilusión en el corazón de cada niño. No sé si los Reyes son los padres,
como dicen los aguafiestas, pero estoy seguro de que vosotros estáis detrás de
todo este ajetreo de emociones, no me lo neguéis. Además, como hace mucho
tiempo que me quedé sin padres, no tengo más remedio que dirigirme a vosotros
sin intermediarios.
Hoy, más que
nunca, quiero agradeceros todos los regalos que me trajisteis cuando era niño y
ahora, cuando ya soy mayor, los que traigáis para mis cuatro nietecillos:
Marcos, Vega, Millán y Alfonso.
Venid y no paséis
de largo. Os confieso estaré despierto. Oiré los pasos de vuestras botas en la
oscuridad, y me haré el dormido. Sé que vais a venir por la carretera de Alfaro
que es por donde sale el sol, bordeando el pueblo, por la Font Sorda -por
cierto, me ha alegrado mucho saber que el Balneario que queda en vuestra ruta, en
contra de algunos rumores tristes- está a punto de terminar su amueblamiento
para ser inaugurado. Ya me diréis cómo, en mi niñez, se las arreglaban los
camellos para superar el Picazo y cruzar el Puerto con nieve hasta el corvejón.
Entonces era lo que más me intrigaba.
En esta carta no quiero pediros nada para mí. Si acaso, que la poesía se
imponga a la economía. Que se muera la
prima de riesgo. Que vuelvan las gentes de la ciudad al pueblo. Que se cure de
una vez el cáncer. Que se acabe con el alzheimer. Y en fin, que se inaugure el
balneario para que sea un lugar de luz y que ¡por favor el albornoz sea de algodón
blanco y la mantelería blanca y mullida! No sé si os pido demasiado. Pero más
difícil parecía lo que pasó cuando emprendisteis el camino hace más de dos mil
años siguiendo una estrella. Y ya veis.
PD. Al pie de la escalera os dejo para que alimentéis a los camellos un haz
de esparceta y un celemín de cebada y para vosotros lo típico de esta noche, un
azumbre de leche con unas gotitas de coñac y una cajita de esas rosquillas que
por aquí las llamamos “paciencias”.
Fotos y texto de La Medusa Paca. Copyright ©
Leave a Reply