Nochebuena y sopa de gallina
Nochebuena y sopa de gallina
“Sopa en vino no emborracha, pero alegra a la muchacha”. (Anónimo)
La Medusa os propondrá en este
post y, probablemente, en el siguiente y subsiguiente cocinar para estas
Navidades algo con lo que puedas estar familiarizado, te conduzca hasta las
cenas de Nochebuena de tu niñez, revivas experiencias vividas y compartidas en
las que no invertiste más tiempo del necesario y no tuviste la necesidad de escoger
para disfrutar productos encarecidos.
La Medusa está segura de que en
tu mesa navideña jamás faltó una sopa de ajo; un cardo en ensalada o aliñado
con almendras fritas en un poco de harina guisadas junto a unos dientes de ajo
salteados; algo de marisco: ostras, almejas de carril crudas o aderezadas en
salsa verde con esa respondiente guindilla riojana que les dio alegría,
alternando con besugo al horno en su jugo y el desprendido de unas rodajas de
limón; algún ave rellena, generalmente perdiz y, en ocasiones, alguna pularda,
también rellena. Y para postre la tradicional compota en receta de madre, ¡Ay
mi madre!, trozos salteados de turrón de Jijona adornados con mazapanes,
siempre riojanos, de Soto.
Aconsejo cocinar en esta noche lo
que normalmente se ha hecho, de lo contrario puede salirnos un churro. El hecho
es juntarse en familia y preparar aquello que podemos “dominar” y que no nos
tenga entretenidos demasiado tiempo. Y, otra cosa, procuremos evitar escoger
productos que encarezcan demasiado. Solo se trata de ser un buen anfitrión y
agasajar a los tuyos.
Hace no pocos días, un buen y
magnifico amigo, me sugería, siguiendo su receta, le acompañase a aceptar el
desafío de poner en práctica su “idea” de cena previa a la Misa del gallo. Me
aconsejó colocarme una impoluta chaquetilla blanca y un delantal rojo-granate
acorde con la flor de pascua y, no temblándole el pulso, me sugirió elaborar
como cena: unos bombones fríos rellenos de ventresca rosada; berberechos
acompañados de la emulsión de su propio jugo con hojas de lima y lichis; tomate
en conserva relleno de crema roquefort; zamburiñas en conserva guisadas con
pata de ternera y piparra, y una roca de turrón. Le contesté que todo este su
atrevimiento no iba conmigo. Que yo en esa noche quiero disfrutar, deseo comer,
beber, cocinar a la antigua y sentarme a una mesa, junto a los míos, para
disfrutar, ya que el ser humano no puede perderse eso.
Así que él quedó con sus bombones
fríos, el jugo con hojas de lichis y la roca de turrón y yo, como queriendo
cerrar este año, vaya añito que se nos va a ir y que llegó colmado de esos
aniversarios literarios que nos han proporcionado material y plomo (metonimia)
a las páginas de mi blog, me puse manos al recuerdo y traté de confeccionar
algo económico, digestivo y virtuoso para esta próxima cena de Nochebuena,
deseando ofrecerles un plato, ese que dicen tiene siete virtudes al ser
económico, el hambre quita, sed da poca, hace dormir, digerir, nunca enfada y
pone la cara colorada. Ese que es, lo escuché en casa, la llave del cuerpo. Es
la sopa, esa sabrosa sopa, la receta de mi sopa de Nochebuena que, desde mi
memoria gustativa, hoy les aporto con la mirada asomada a la ventana, al verdor
de ese grandioso pino que surgió de un diminuto arbolito de Navidad, y que se
alza de frente o a ese cielo atardecido que -cuando quiere, solo cuando quiere-
se complace en ser azul, para deleitarles con ese primer plato de paz y calor
ligado al frío y a la nieve. Acaba de asomar el invierno y me apetece que
ustedes inicien el menú de esa noche con algo calentito y reconfortante. Pues
manos a la obra. Mejor a la olla:
Limpien una gallinita, si se
atreven a escaldarla y desplumarla como en tantas ocasiones hicimos, mejor. No
sigan el dicho aquel que afirma que la gallina vieja buen caldo hace; una
jovencita, seguro, lo hará mejor; colóquenla debajo del grifo del agua fría
para darle un buen lavado por dentro y por fuera y, una vez sacada con un paño
o papel absorbente, métanla al horno un rato, como un cuarto de hora. Pongan en
una olla con agua medio kilo de morcillo de ternera y cuatro huesos de caña
bien provistos de tuétano. Hagan que el agua dé un hervor y tírenla. Refresquen
carne y huesos al chorro de agua fría y devuélvanlos a la olla, que volverán a
poner al fuego con tres litros y medio de agua, la sal necesaria y la gallina.
Tengan paciencia y atención sin
olvidarse de ella: ha de cocer a fuego suave un mínimo de tres horas, y
deberán, de vez en cuando, espumar la superficie. Pasado el tiempo cuelen el
caldo y reserven los tuétanos; las carnes cocidas les vendrán muy bien, cocina
de aprovechamiento, para una lasaña, unos canelones y hasta unas
croquetas…Añadan a la olla unos cuantos nabos, torneándolos en ocurrentes
formas geométricas; tres zanahorias, guillotinadas en bastoncitos; lo blanco de
un par de puerros, en rodajas, y una ramita de apio. Bajen el fuego al mínimo y
deje que todo cueza otra hora más.
Y esta sopa podemos acompañarla
con esos pedacitos, como si fuesen adornos navideños, llamados tropezones.
Corten unas rebanadas muy pequeñas y finísimas de buen pan, en Villamediana de
Iregua y en la panadería del Ángel lo elaboran perfectamente sobado; mezclen
los tuétanos con un poco de queso manchego, bien curado, unten con la mezcla el
pan y denle un breve golpe de gratinador, para que el queso, semifundido, se
integre con el tuétano. Presenten la sopa ya servida, y pongan a cada comensal
un platito con varias tostadas para que las vayan incorporando a su plato. Ya
verán si entran en calor y acumulan energías para soportar con estoicismo toda
la parafernalia navideña, villancicos desafinados incluidos. Acuérdense de La
Medusa y de estas palabras: cara colorada, digerir, dormir, económica, enfada,
hambre, siete, sopa, virtud, buen provecho. Todo sea por la cocina de nuestras
madres y ¡¡¡Feliz Nochebuena!!! Vale.
Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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