viernes, 21 de febrero de 2014 in

Paisajes manchegos desde el tren





Paisajes manchegos desde el tren

“Pardas tierras de vides, tierras secas,
de horizontes desnudos y agrias sierras,
esquilmadas tierras de sol y brega,
engendradoras de hijos y penas.
Soñaron a ser Mancha y a ser Vega,
¡ay!, y se quedaron en eso: en tierras
paridoras, dolidas, tristes, hambrientas...”
(Francisco Sánchez Bautista, Tierras de sol y de angustia)

El tren va a su tran-tran y floran a mis labios estos versos del poeta cartero y, tras la ventanilla, aparecen en contemplación, campos llanos de inmensidad verdosa, cepas plantadas en cuadro antiguo, olivos esparcidos, alguna encina solitaria colocada o conservada, nunca se sabe, en medio de la viña o el sembrado. Pinares sueltos invitando al reposo en días de labriego sofoco. Casillas encaladas con cenefa de azulete en la orilla de la viña. Tinajas que ayer contuvieron vino y hoy son servidumbre empapada de agua esperando el milagro de la conversión. Y allí, a lo lejos un pueblecito encalado esperando a Dulcinea. Y una acacia, y una estación, y un viajero embozado y es que el frío obliga. Y depósitos de vino de aceite o de alcohol a la intemperie. Y tierras rojas y un almendro, el único, florecido y ya cambiando a fruto. Y viñedos en espaldera y en cuadro moderno. Y un campo amarillento de girasoles, que por la hora que es, miran al sol. Y planchas como parrillas mirando en la misma dirección que el girasol. Cuatro algodonosas nubes mitigando el sol de primavera. Y una especie de costillar de acero lanzando agua que el sembrado agradece .Y montones de paja desgranada. Y guijarros de limpieza amontonados. Y un castillo, el de Chinchilla de Monte Aragón con palomas vigilantes de esa ferroviaria estación ruinosa al abrigo de los vientos marinos que soplan de cerca. Y tres álamos blancos a la orilla de la salitrosa balsa. Y de nuevo la choza derruida. Y el trigal verdoso recién enraizado. Y el sueño soporoso de la tarde. Y el tren que sigue su camino. Y elevaciones de tierra, semejando salitre o arena, y lagunas sin ánades y un alcázar, que lo llaman de San Juan. Y un campesino encorvado e inclinado tratando de esponjar esa tierra apelmazada por los hielos. Y La Roda y Albacete. Y corralizas y lugares por donde ahora corre el pollo perdiz y donde la liebre se encama, y es que esto, por donde anda el viajero, es sitio de caza. Y la vías que hasta aquí han ido dobles y paralelas, aquí al llegar a los antiguos silos, he contado hasta tres, y en la estación derruida y siniestra con tejado que más parece un palomar que salva aguas se separan y ya es solo una y accidentada. Y al llegar Pozo Cañada la orografía se transforma y aparecen los montes al fondo, grandes labrantíos y hasta el suelo se convierte quebradizo, arisco y secarral con tomazas y encinares y diminutas, como de cuento, casas de labor y algún molino de viento de los de tiempos de Sancho como perdido, mezclado con eso que ahora llaman aerogeneradores de tres aspas. Y a partir de aquí, “A este paisaje recio, el hombre arranca/su mermada cosecha, día a día”, carrizales y grandes veredas y frutales en flor y espartales y chumberas, y pitas y almendros sin florecer. Pero eso será otro día. Vale.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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