Los Reyes Magos: historia y tradición
Hoy día cinco, víspera
de la Epifanía del Señor y de los Santos Melchor, Gaspar y Baltasar La Medusa,
en lugar de dejar como regalo ese post salido de sus recuerdos, les deja éste, escrito
por Federico Fernández de Buján y que, ayer, apareció en La Tercera del diario
ABC.
Es para
archivarlo y disfrutarlo por su profundidad e historicidad.
Lo transcribo en
el mismo momento que los helicópteros que portan a sus majestades hacia las
calles logroñesas sobrevuelan sobre los tejados de mi casa. Me he emocionado al
escuchar el rugir de sus motores y es que, al fin y al cabo, uno todavía sigue
siendo niño.
P.D:
Cuando caiga la noche y todos los de la casa se hayan marchado a descansar os
dejaré en la entrada, sin que nadie se entere, unas galletitas de leche,
mantecados caseros, un poco de compota y una jarrita con leche caliente. Hará
frío, mucho frío. Y os aviso: debéis tener cuidado para no tropezaros con el
árbol que está subiendo las escaleras de entrada a casa. Un beso.
Los Reyes Magos: historia y tradición
ABC | Federico
Fernández de Buján
La tradición
quiso que fueran tres, que fueran Reyes y que uno fuera negro, para que nadie
se sintiese discriminado. Melchor, Gaspar y Baltasar, que así se mencionan
desde el siglo VI. ¡Nos es tan necesario tener unos nombres para llamarlos!
¡Cuánta ilusión al pronunciarlos! A su conjuro la imaginación lo invade todo.
¡Cuántos regalos para celebrarlos! Nombres mágicos. Es el reino de lo
fantástico.
En ellos
podemos unir, mejor fundir, en unidad indestructible la sencillez del niño y la
complejidad del hombre: el primero espera a los Magos, el segundo indaga su
venida; el niño duerme soñando con ellos, el hombre vela para atraparlos; el
primero recibe sus regalos, el segundo los examina; el niño disfruta jugando,
el hombre pretende utilizarlos en su servicio.
Sólo San
Mateo los menciona (Mt. 2,1-12). A pesar de la fastuosidad del suceso, su
narración es sobria. El evangelista ofrece datos cronológicos y geográficos.
Nos dispone para leer la crónica de un hecho histórico. El Verbo encarnado se
inserta, con el nombre de Jesús, en la Historia del hombre. Nace en una época y
lugar determinados. «Nació Jesús en Belén de Judá. En tiempos del rey Herodes».
De los Reyes
no dice apenas nada. Solo que «llegaron del Oriente unos magos a Jerusalén».
Oriente expresa todo territorio más allá del Jordán. No pertenecen al pueblo
elegido, representan a la gentilidad. Con ellos celebramos la Epifanía,
aparición inesperada y bienhechora de Dios. En Nochebuena el Mesías se había
manifestado a los suyos, con el anuncio del Ángel a los pastores: «Os traigo
una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido
un Salvador» (Lc. 2,10-11). Con los Magos la Epifanía se propaga al resto del
orbe. El hombre es nómada en este mundo, su meta es el cielo. Pero durante
estas jornadas de camino Dios pone su «tienda entre las nuestras» ( Jn. 1,14).
Es el Rey del universo y a través de los Magos se manifiesta a todas las gentes
y anuncia la salvación a las naciones.
La expresión
«magos», del latín y por remisión del griego, significa sacerdotes y sabios de
la religión zoroástrica, que tuvo gran predicamento en los imperios medo, persa
y asirio e influjo en religiones posteriores. Los magos eran respetados por su
saber religioso y conocimiento científico. ¿Vinieron solos o con comitiva? ¿En
carroza, a caballo o sobre camellos? ¿Juntos o por su cuenta? Nada sabemos.
Son los
primeros misioneros. Descubren una estrella; se disponen, en virtud de una
fuerza irrefrenable, a seguirla; viajan desde lejanas tierras; su visión los
aboca a buscar y ambicionar una respuesta; en algún momento se encuentran; en
otro, ya juntos, pierden la estrella y su dicha se torna tristeza; con zozobra
llegan a Jerusalén y pretenden «adorar al Rey de los judíos», no lo encuentran;
salen de la Ciudad Santa –se alejan de perversos poderes– y, al instante,
recobran la estrella que les conduce a Belén; encuentran a un neonato ignoto y
pobre; y se rinden, con emoción, a la ilógica evidencia de descubrir a Dios en
ese «Niño, en brazos de su Madre».
La tradición
cristiana se ha encargado de entretejer su intrahistoria. En cuanto al número,
los testimonios protocristianos fluctúan. Así, dos, tres, cuatro, seis o
incluso doce en san Juan Crisóstomo. Prevalece el número de tres, coincidente
con el de los presentes regalados al Niño, que había defendido Orígenes. Sus
nombres se leen en los hermosísimos mosaicos de la Basílica de San Apolinar
Nuevo: los Reyes inician el cortejo que, desde el puerto de Rávena, se dirige a
adorar al Niño sentado en las rodillas de su Madre. San Beda en el siglo XII
nos regala su imagen: Melchor viejo, cano, de luenga barba, Gaspar joven y
rubio, y Baltasar de tez negra. Se cree que representarían los tres continentes
conocidos: Europa, Asia y África. Este retrato perdura y nos llega en numerosas
y bellísimas representaciones pictóricas de todos los tiempos.
Su condición
de Reyes es muy temprana. El pueblo quiere ver en sus personas un sometimiento
de todo reino a la realeza de Cristo. La liturgia les aplica pasajes del Antiguo
Testamento. Así, el salmo 71 exclama: «Los reyes de Tarsis le ofrecerán dones,
los de Arabia y Sabá le traerán presentes».
En el
Medievo, devoto de reliquias, «aparecen» en Tierra Santa las de los Santos
Reyes y se trasladan a Milán. En el siglo XII son expoliadas por Federico
Barbarroja, que las regala a la ciudad de Colonia. Una ingente peregrinación
para venerarlas provoca la construcción de su catedral, una de las góticas más
bellas del mundo.
El viaje y
la Adoración de los Magos es fuente constante de inspiración literaria. Están
ya en Berceo y Juan Manuel. Una pieza celebérrima es el Auto de los Reyes
Magos, probablemente del siglo XII, primer drama castellano, que hoy custodia
la Biblioteca Nacional. La representación de sus 147 versos llega hasta
nuestros días en muchos pueblos de España.
En la
Universidad de Salamanca se descubre, en tiempos recientes, un anónimo del
siglo XV, con el título «Historia de los Reyes Magos». Su autor podría ser un
judío converso, pues la erudición del Antiguo Testamento se dispone en defensa
de la fe cristiana. Resulta inabarcable mencionar la multitud de escritos de
ensayistas, dramaturgos y poetas, aparte de escritores sagrados, que han
dedicado sus creaciones y estudios a la entrañable figura de los Reyes Magos. Dios
convoca a los Magos desde su conocimiento astronómico y sus creencias
astrológicas. Durante el camino consultan sus saberes, pero un día alcanzan un
resultado buscado por un camino y descubierto por otro.
Su razón les
impulsa a descubrir el arcano, pero será de rodillas, al hincarse de hinojos
ante ese Niño –en brazos de su Madre, Sede de la Sabiduría–, cuando la razón,
iluminada por la Fe y con la ayuda del corazón, comprende en plenitud el
Misterio.
Los Reyes
nos regalan así esa certeza que entiende que fides et ratio, fe y razón, son
proposiciones complementarias, tan necesarias ayer como hoy.
Texto introductorio y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
Leave a Reply