Enero es la totovía aflautando y el zorro tauteando
Enero es la totovía
aflautando y el zorro tauteando
Cuentan que era el mes
dedicado a Jano: deidad de dos caras. Enero, IANUARIUS, señala el paso de un
año a otro.
En las representaciones
menológicas, enero es un hombre de dos cabezas, con una llave en cada mano. El
autor del "Libro de Alexandre"
debía de tener ante sí una estampa parecida al escribir:
"Estaba
don Ianero a dos partes catando,
Cercado de
cecinas, cepas acarreando,
Tenía gruesas gallinas, estábalas
asando,
estaba de la percha las longanizas
tirando".
Enero es así: En él todo
está tan limpio, tan lavado, tan recién vestidas las tierras y sierras. Todo
iniciándose. La tierra estrenándose. No hay apenas planta de hombre ni huella
de animal, sólo aquí y allá aparece el aire turbado por la candela de algún
talador. Ni apenas pájaros. Alguna avefría silenciosa, alguna primilla a lo
suyo y algún gorrión abrigándose entre la teinada. Dos lentos grajos y una
banda de cogujadas intentando levantar el vuelo sobre la tierra nevada. Todo
está quieto. Los caminos perdidos hacen más solo el campo con su rumor.
En enero, aunque parezca una
paradoja, hay nevadas sin invierno. En los pinares de Yerga y encinares
comuneros que rodean “las catorce suertes” he visto al sol lucir en un cielo
azul, al mismo tiempo que se desataba, bajo las copas de los pinos, encinas y
coscojos una segunda borrasca en miniatura. He visto a la nieve de la nevada
anterior acumulada fundirse y volver a caer hasta el suelo en forma de intensas
y efímeras precipitaciones al tiempo que ráfagas borrascosas barrían las alturas
montañosas de “Los cerrillo”, “La nevera” al tiempo que parecían venir para quedarse.
Y he sentido muchas veces, por
detrás de estos murmullos, reinar el silencio. Y he oído, a pesar de la nieve, arrancarse
a cantar algún que otro pájaro forestal que debería estar callado, pasando
frío, al menos un par de meses más. Y he visto a un mirlo martillear
insistentemente y a un carbonero común, a un escribano soteño y
a un pinzón, fácilmente observables, como dejaban oír su canto desganado.
Y muchos eneros o algunos he
visto bajo las copas, bajo el sol, como seguía nevando la nieve ya caída. Y ahora
que el bosque está tranquilo esperando la llegada real del invierno, me detengo
en el encinar, en el Carrascal de Villarroya, deseando
contemplar esa carrasca, ejemplar por su
tamaño, y tomarle las medidas antes que como dijo Antonio Machado:
“la
derribe, con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino”.
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino”.
Fotos y texto de La Medusa Paca. Copyright ©
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