miércoles, 28 de marzo de 2012 in

El penitente


El penitente


Si la Medusa Paca levantase la tela de su capuz descubriría, antes que el gesto contrito de la verdadera penitencia, el además gozoso, tan noble y desinteresado por otra parte, nacido del conocimiento de saberse elemento indispensable de la procesión.

Conociendo la personalidad del cartagenero, el penitente se convierte en generosidad al hacerse número, anónima sombra gregaria bajo la tela del capuz, aunque ésta sea de centelleante raso o fastuoso terciopelo.

Hierático, exacto, amando el canon y el milímetro, un sentido castrense, secuela del espíritu mismo de la ciudad, inevitable, acaba por arropar al penitente cartagenero. El que se sabe, sí, eje de la procesión, centro del comentario, provocador a veces del aplauso- tercios impecables de los San Juanes!; pero también enigma, humilde forma impersonal. Porque no es Fulgencio o Joaquín quienes abrillantan el cortejo, sino lisa y llanamente los “capirotes”. ¡Y aún se duda de que ésta no sea una forma válida de penitencia!

Para la indumentaria, un auténtico rito vestirse en la alcoba, como un novio o un torero, pudo bastar el rojo o el morado de los “marrajos” y “californios”, por citar las dos cofradías claves en la Semana Santa cartagenera. Pero el penitente buscará mediterráneamente toda la gama de la mejor paleta que acaba de incorporar a cada agrupación un signo cromático: verdes de la “Oración en el Huerto”, azules de la “Piedad”, amarillos de la “Cena”, negros y blancos del “Sepulcro”…

Si cuando, cansado por las seis horas del dilatado itinerario; si cuando, rendido por el ritmo matemático, agotador, de la procesión, le preguntáis al penitente su más ferviente deseo, os contestará sin duda. “Volver a salir el próximo año”.

Volver a salir. He aquí un verbo que, por lo visto, merece todos los sacrificios del año, cuota de cofrade, instrucción y ensayo, páactica reglamental del culto, para ganar al fin el más codiciado y sentimental de todos los títulos. “capirote” cartagenero.


Fotos de Abel F. Ros, texto La Medusa Paca. Copyright © 

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