ELLA
Humilladero, eres un camino-escalera hacia el cielo cuando procesionas, que no siempre ocurre, en la que nos das la mano para subir paso a paso los empinados peldaños-calles por las que hoy lo harás. No creo caigo en mentira si digo que aquellos que hicieron y hacen este recorrido desde tu ermita hasta la iglesia para honrarte con el novenario, y, una vez cumplimentado, descender posteriormente hasta tu casa-ermita sintieron lo siguiente: con veinte años la subíamos de un tirón y sin jadeos; con cuarenta avanzábamos deprisa, pero había que recobrar el resuello arriba y con paradinas; con sesenta, lo pensábamos dos veces antes de subir; con ochenta, ay, con ochenta, que sea lo que Dios quiera. Y así esas empinadillas calles resultaban ser para mí una metáfora, hoy más, de la vida terrena y un anticipo de la que le sigue. Grávalos tiene su escalera hacia el cielo en su recorrido desde la ermita del Humilladero hasta la iglesia de Nuestra Señora de La Antigua porque una Estrella valiente eclipsa la bóveda celeste y tutea al sol y a la luna que, mansos y obedientes, se ponen a sus pies. A los pies, como yo, de la Estrella Humilladero.
Cada abril Tú vienes, ¡ay cómo vienes! …vienes con ese aire altanero que empuja a largarse al invierno, vestida de eterna primavera recortando tu silueta de mujer y tus cabellos revoloteando cual pendón mecido por el viento de ese cierzo que despierta. Y yo, yo acicalado con el traje de los sueños y las ilusiones, esas que están dormitando, como cada primavera, en las ramas de mi senectud, esperando para florecer y que algunas de las cuales se vean colmadas con la tibieza de tu abrazo al final de aquella.
¡Ay Humilladero! Te imploro te acuerdes de mí, porque las agujas del reloj han seguido su curso, pasando inexorable e imperativamente alrededor del Sol, esas mismas agujas que ahora, ya voy empezando a desear que le den menos paso a la trasera y no corran tanto, que estas son las calles que hay que disfrutar.
Hoy vengo, con el respeto de un mayor, asomarme al balcón de un pueblo que grita a ELLA, en silencio, la grandeza de tu nombre.
ELLA
¡Grávalos!
Hoy un sueño nos levanta...
¡Al cielo
con este Cielo
bien
llamado Humilladero!
Mírenla, por ahí va,
camina erguida, sonriente,
por dentro lleva amargura,
siendo día de dulzura,
paseada por su gente.
Yo sí sé por qué te quiero:
fue en la pila bautismal
de mi Grávalos querido
y sin demasiado ruido
recibí la fe cristiana
como si fuera aguanal
de esa sangre tan mariana
como mi madre guio.
¿Tendré que quererte, o no,
mi Virgen de Humilladero?
Tan modosita y callada
quieta, grave y circunspecta.
Pareces hasta educada,
un primor, pluscuamperfecta.
Mírenla por ahí va,
va a lo suyo,
no importándole el poder,
siendo humilde y tan mujer.
Una lágrima con pena
y sin horario.
Una luz vigorosa
y solitaria.
Una voz, un jardín,
un escenario.
Madre de Dios,
tan notaria.
¡Oh Humilladero!
PRJP. N.º 25. En Garnacha de 2024: mi poética para un día, 22 de abril, siempre de gozo.
Texto y fotografías La Medusa. Copyright ©.